Artículo sobre “A flor de piel” en Yorokobu
El amor se cose. Y, efectivamente, como dicen los poetas, deja huella. Pero no en el alma o el recuerdo. Queda marca física. El amor deja de ser esa suave brisa invisible cuando atraviesa de una puntada la epidermis y sale, de nuevo, dejando hilo bajo la piel.
David Catá cose en sus manos el afecto que siente por las personas importantes de su vida. El fotógrafo hace de sus palmas un lienzo.